Señuelos en el aire.
Páginas del libro impuro que hambrientas
manos royeron hasta borrar
su predica. Mirada de niña
sin consuelo que juega rodilla
en tierra, bebiendo la savia
de la tarde. Titubeante, enfrenta
la memoria del durazno, el juego
último que exprimirá sus ojos.
Niñita ciega de sol
y de sus fuentes.
Deja la duda en el bolsillo
derecho del día. Se mece
en la brisa vespertina, sin más
ambiciones que latir mientras
cosecha hojas secas y arrulla
el silbido de la higuera.
Júbilo vegetal imprime
con verde paciencia mi semblante;
cuando desanda el ritual
mi eterna y perpetua
cazadora de burbujas.
1 comentario:
Gracias Jorge
Publicar un comentario